miércoles, 20 de febrero de 2008

COMERCIO JUSTO, CONSUMO RESPONSABLE


Por Álex Rovira, profesor de ESADE, conferenciante y escritor.

Para aprender a comprar

Lo que compramos, empezando por el café del desayuno, tiene efectos que alcanzan a millones de personas. La etiqueta “comercio justo” garantiza que para que ese producto llegue a nosotros no ha habido explotación laboral ni otros abusos sobre el eslabón más débil.

Cada día, millones de ciudadanos salimos a la calle y generamos cientos de millones de actos de compra, infinitas decisiones que sumadas suponen un gran potencial de transformación económica y social. Si la elección que hacemos es responsable y consciente, puede ser también un premio o un castigo a las buenas o malas prácticas de las empresas frente a sus propios trabajadores, al medio ambiente y a grupos humanos desfavorecidos. La pequeña decisión rutinaria se convierte entonces en una fuente de enorme poder colectivo que no tenemos a menudo en mente.

En este contexto se ubica el comercio justo, una alternativa impulsada y desarrollada por determinadas fundaciones y organizaciones no gubernamentales que actúan como mediadoras sin ánimo de lucro entre los consumidores de los países del Norte y los campesinos y artesanos de los países del Sur que viven en situaciones de fuerte depresión económica y social.

El comercio justo pretende establecer relaciones comerciales más justas que garanticen la dignidad salarial, la igualdad entre hombres y mujeres, la erradicación de la explotación infantil o el respeto al medio ambiente. Con su desarrollo, cientos de millones de personas de países de África, Asia y América del Sur encuentran una vía de acceso a condiciones laborales dignas y a una mejor calidad de vida.

A través del comercio justo se evitan las prácticas abusivas de los grandes grupos empresariales al fijar el precio de compra de la materia prima o del producto al campesino. De este modo, las materias primas y los artículos se adquieren sin intermediarios, directamente a los campesinos y a los artesanos, y se les ofrece una retribución adecuada a sus esfuerzos que les permita cubrir sus necesidades básicas, los costes de producción y hasta un pequeño margen para la inversión.

Las organizaciones que fomentan el comercio justo no sólo facilitan la comercialización sin prácticas abusivas, sino que aplican su pedagogía en pro de la sostenibilidad, la mejora en el rendimiento de las explotaciones, el acceso a la educación y la salud de los campesinos, y las inversiones necesarias para que estas comunidades tengan más y mejor futuro.

Una buena causa. Debido al enorme poder de negociación y a las prácticas abusivas de algunas grandes empresas, los trabajadores del Sur reciben demasiado a menudo míseras compensaciones a cambio del fruto de su trabajo, lo que les condena a ser, en muchos casos, esclavos de la pobreza. Estas malas prácticas generan entornos donde impera la miseria, de modo que más de 500 millones de familias sufren cada año el impacto directo o indirecto de una negociación en la que salen perdiendo mucho. Por poner un ejemplo, actualmente la economía de 100 millones de personas del planeta depende del cultivo del café. Suele tratarse de particulares que cultivan el grano en sus parcelas, pequeñas explotaciones no coordinadas entre sí. Por eso, cuando las empresas compradoras imponen una bajada de precios, los campesinos se ven obligados a aumentar el área de cultivo dedicada al café en detrimento del área dedicada a productos para el consumo propio.

Las mujeres, además, sufren una fuerte discriminación económica, ya que cobran un salario inferior por realizar el mismo trabajo que un hombre; con ingresos más que precarios, falta de formación y teniendo que cargar además en sus espaldas las tareas del cuidado familiar y del hogar, las mujeres se llevan la peor parte y representan el 70% de las personas que viven en la pobreza absoluta.

La falta de dignidad en el trabajo se ve reforzada por la escasez total de coberturas sanitarias, prohibición del derecho de asociación y sindicación, e intimidación por parte de capataces armados.

A todo ello hay que añadir una sobreexplotación del medio en el que se cultiva el producto: uso desproporcionado de fertilizantes y pesticidas prohibidos en países occidentales que afectan a la salud del campesino y degradan también el suelo, contaminan el medio y generan una recesión del cultivo en las siguientes cosechas.

Una alternativa en plena expansión. Afortunadamente, en España estamos viviendo un proceso de desarrollo del comercio justo, con una subida de las ventas de un 70% en los últimos cinco años. En Europa, las perspectivas también son positivas: más de 60.000 puntos de venta y 100.000 voluntarios trabajan en esta causa, y las cifras de venta aumentan cada año hasta superar los 250 millones de euros en el año 2004. De todos modos, queda mucho trabajo por hacer, ya que tan sólo la mitad de los habitantes de la Unión Europea conoce la existencia de los productos de comercio justo.

Gran variedad y calidad. A través del comercio justo es posible acceder a una amplia gama de productos (más de mil referencias procedentes de 30 países), que incluyen desde productos de alimentación (café, cacao, miel, mermelada, vino, azúcar, pasta, salsas…) hasta elementos de decoración, juguetes, música, complementos o artesanía. Muchos de ellos están disponibles en todo tipo de establecimientos, y algunos, sólo en tiendas especializadas.

En bastantes centros comerciales, estos productos disponen de una sección propia, mientras que en otros hay que preguntar al personal del centro sus referencias. Si tenemos la ocasión de probarlos constataremos que la calidad de estos productos es en muchos casos excelente, y que, para beneficio de todos, sus precios son muy competitivos.

De la intención a la realidad. Para que el comercio justo se convierta en una realidad y no en una mera declaración de intenciones es necesario que el consumidor se haga cargo de las consecuencias que tiene su comportamiento de compra más allá del mero disfrute de los beneficios funcionales que le aporta el producto. De este modo, un acto cotidiano que permite al consumidor solucionar una necesidad concreta puede también convertirse en un voto para el imprescindible desarrollo de la dignidad de las personas, de la justicia social y del bien común.

Pueden consultarse otras ‘webs’ de interés como: www.solidaridad.org y www.comerciojusto.com.

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