jueves, 4 de octubre de 2007

Correspondencia presidencial

Antilla 24, 9, 07

Yo sé Juan Miguel que tú todavía no sabes cómo tomarte mi forma de afrontar la vida como juego, como una constante apuesta. Tengo la sensación de que a veces me lo reprochas a la vez que te complace.

Naturalmente esto hay que matizarlo con toda una visión del entramado de hombres y mundos que integran el juego: no es lo mismo jugar con mercancías intercambiando cosas muertas que jugar con relaciones en el entramado de la vida, no son lo mismo cosas que conocimientos, ni es lo mismo ver el mundo por un agujerito que verlo por encima de las fronteras.

Hace unos días tuvimos un encuentro en Consolación de Utrera los que habíamos pasado de salesianos por allí. Yo un tanto reacio a retornos al pasado me animé porque el marco me era grato. La verdad que tuve ocasión de reencontrarme con mucha gente entrañable de mi paso por la vida salesiana. Pero sobre todo la evocación más significativa fue la de una persona que aunque muerta yo sentía latir entre ellos. Era Alejandro Balló, mi profesor de Sagrada Escritura, que junto a Antonio Calero, sí presente allí, habían sido destacados referentes en mi vida. Pero fue una idea del primero la que me estuvo martilleando a lo largo de la solemne ceremonia que se celebró en el magnífico santuario mudejar con todo el boato de cantos, vestimentas y gestos que la liturgia católica sabe dar a sus concelebraciones. Todo aquello era una fabulosa confirmación de la idea de Alejandro Balló: “La misa y la liturgia en general no son más que un juego, son jugar al paraíso”. Y no tenía ningún carácter peyorativo.

Un abrazo a toda la fraternidad.

Antonio


Mi querido Antonio:

Comparto todo lo que me dices menos la mitad de una frase:

"Tengo la sensación de que a veces me lo reprochas"

La sensación puedes tenerla pero yo no te reprocho nada, lo que sucede es que mi trayectoria biográfica, mis hitos existenciales, mis síndromes, mis errores y también mis convicciones pues se me mueven cuando pienso en el juego y en eso tan solemne y llamado coherencia o armonía entre el pensar, sentir, decir y hacer en todos los lugares y sentido, sobre todo sabiendo la enajenación que eso encierra si lo reducimos todo a folklore, rito y costumbre. Por eso las liturgias me tocan muchas veces los cojones y soy un poco reacio a ellas sino van acompañadas de trayectorias y otras cosas más sentidas y comprometidas. ¿No recuerdas que yo allí en la casa casi nunca comía "el pan"? Pero claro uno va viviendo y entonces vas descubriendo que efectivamente no hay que solemnizar, ni dogmatizar y que es mejor descreer que creer pero siempre creyendo en los amigos, en los hermanos, en los hijos, en la familia... creyendo en suma que nuestro corazón como decía mi maestro Ibn-El-Arabí puede adoptar todas las formas y que solamente hay una religión que vale la pena y es esa que llaman "AMOR" y que se transfigura en mil y una representaciones del paraíso que tu profesor Balló hablaba.

Besitos.

Juan Miguel

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